lunes, 13 de julio de 2015

Una Charla Entre Mujeres ( Magazine Delicacy)

bala
Natalia soplaba sus uñas recién pintadas. Mientras miraba aburrida su celular con twitter y facebook. Chateaba con dos de su edad, y se mandaba mensajes con su celular con otros dos más grandes que ella. Uno con auto y el otro con moto.
Sabrina está sentada en la cama mirándola. También se pintaba las uñas. Ambas tienen la misma edad. Pero Sabrina es su sobrina. El cálculo es extraño pero da bien. Natalia es la tía de Sabrina y ambas tienen la misma edad. En tanto a confianza son como hermanas.
Son jovencitas. Ambas están cerca de los 20 años. Y por eso empiezan a haber algunas diferencias entre ellas. Sabrina es más artista. Tiene alma e inquietudes, y es más intensa. Natalia en cambio…. bueno. Ella hace lo que puede. Trabaja en el Municipio de un barrio y… y… chatea con dos chicos de su edad y se mensajea con otros dos más grandes. Uno con auto, otro con moto. Y ya. Esa es toda su vida.
Sabrina detuvo el trabajo sobre sus uñas y quiso fumarse un tabaco. Pero su encendedor no funcionaba. De alguna forma siempre se rompían al segundo día de uso. Habían subido el precio pero bajado la calidad. Algunos países llaman a esto, recesión, otros, crisis. Y otros simplemente miran hacia algún otro lado y no lo llaman de ninguna forma. Como si nada estuviera pasando.
Natalia habló desinteresada mirando fijamente cómo quedaban sus uñas pintadas de rojo.
-Boluda, quiero hacerme las tetas.
-¿En serio?
-Si.
-¿Es un chiste?
-No. Quiero hacerme las tetas. Salen como 30 mil pesos… Pero estoy ahorrando hace unos meses…
-¿Para qué? Si así estás bien… Sos hermosa.
-… así que en unos meses me las hago. Ya van a ver las chicas de mi trabajo… se van a querer matar…
-¿Me estás diciendo en serio?
-…además, bueno, en el trabajo viste que se maneja mucha plata. El otro día una señora me dio 100 pesos solamente porque la atendí rápido… Si ahí estás viva, podés hacer un montón de dinero fácil.
-Nati, escuchame. Vos escribís todo el tiempo en facebook sobre la pobreza, sobre la educación, sobre la injusticia… ¿Y vas a robar plata en el trabajo para hacerte las tetas?
Natalia detuvo el trabajo sobre sus uñas y miró a su sobrina sentada a unos pocos metros sobre la cama. Luego habló:
-Dicen que a mitad de año suben el precio… me las tengo que operar ya…
Hubo un silencio.
Sabrina era más artista. Pero también más sumisa. No se animaba a expresar lo que realmente ocurría dentro de ello, todavía. Habló:
-Estoy viéndome con un flaco.
-¿Quién es?
-Sergio se llama. Es músico. Y escritor.
-¿Que escribe?
-Poemas, textos. Notas para diarios, relatos.
-¿Relatos?
-Si.
-¿Relatos sobre qué?
– Inventa historias. Como la de un tipo que fue a la guerra y no puede olvidarse las imágenes que vió allá. O sino agarra situaciones reales, que alguien les cuenta, y les cambia el nombre y las escribe. Y ya.
-Ha….
-Escribe bien. Bah… a mí me gusta.
-Te engatusó con eso de escribir…
-No. Porque además conectamos mucho. Yo creo que entre nosotros hay algo más… Siento que él no escribe haciéndose el escritor, ni pensando que así le va a ir bien… él dice que es “un oficio que le sale profundamente del corazón”.
-Si, entonces te engatusó con lo de ser escritor…
-Pero además es cariñoso. Somos compañeros. Tiene un carácter complicado, pero creo que yo también…
-¿De dónde es?
-Ahora vive por Devoto, solo.
Natalia dejó de mirarse las uñas con su típico aire de superioridad y le habló a su sobrina mirándola directamente a los ojos. La superioridad seguía ahí. Con algo adicional de estupidez.
-¿Vive solo? ¿No te da miedo que lleve chicas a su casa?
-No. No me da miedo. Siento que no lo hace…
-Mostrámelo.
Sabrina tomó el celular de su tía y buscó por facebook alguna foto de Sergio, el escritor músico que vive solo en Devoto. Natalio vió la foto unos instantes mientras soplaba sus uñas rojas.
-Si. Es lindo. Boluda, se la debe pasar garchando minas si vive solo… encima por Devoto, que es un barrio re lindo…
-Al comienzo pensaba como vos. Pero después lo dejé de pensar. Nos llevamos muy bien. Creo que él me está cuidando.
-Ha… la poesía te pudo en serio…
-No. No se trata de eso.
Hubo un silencio. Natalia volvió a pintarse las uñas indiferentemente. La otra mano. Sabrina empezó mirarla algo molesta. De alguna forma no podía creer que su tía, que había sido como su hermana desde que eran bebés, no pueda comprender que un hombre pueda ver a una mujer como un Ser, en lugar de como un objeto sexual. La neurosis le había hecho estragos la cabeza, y no entraba en ella otra idea. No podía comprenderlo. Sentía como sobre todo su tía no podía admitirlo, porque de seguro a ella la habían estafado una y otra vez. Le habían mentido desde pequeña, le habían abandonado y le habían herido. Y, en lugar de aprender, se había conformado con el odio.
Eso era todo.
Sabrina también necesitaba esclarecer sus propios límites. De alguna forma todos necesitemos esclarecer a veces nuestros propios límites. La persona que vive justificando a otros por un cariño necio siempre termina suicidándose emocionalmente. Es duro. A veces es muy duro. Pero era la única forma de que uno pueda librarse de las cadenas que lo ataban innecesariamente al dolor. Luego, una vez libre de los grilletes; el amor verdadero se manifestaría solo. Sin nada que esperar a cambio.
Dentro de la cabeza vacía de Natalia, la opción de operarse las tetas con 20 años parecía ser una buena vía para tapar todos los baches. Y quizás, estaría atrasada respecto a otras: había famosas que se operaban las tetas al cumplir los 15, cuando ni siquiera sabían cuanto busto tendrían naturalmente. Por ejemplo, la actriz y modelo Silvina Monteprato se había operado las tetas a los 15 años y ahora estaba casada con un Príncipe Europeo.
¿Podía alguien comprar toda esa mierda? Sin duda alguien, en todo este mundo, lo vendía. Y otra persona, en este mundo, lo compraba.
Sabrina se sintió incómoda y le pidió entonces a su tía que le abra la puerta de la calle para salir y volver a su casa, tres barrios al centro de la ciudad.
-Nati, abrime, porfa que me voy.
-No. No estoy arreglada. No puedo.
Para salir de aquella casa antigua se debía abrir primero la puerta de la casa y después bajar un piso por escalera y abrir la puerta que daba a la calle. Sabrina no tenía las llaves porque esa era la antigua casa de su abuela. Alguien tenía entonces que bajar hasta la puerta de la calle y abrírsela.
-Nati , dale… abrime la puerta, dale que me tengo que ir…
-No. ¡Te dije que no estoy arreglada!
-¿Pero qué arreglada? ¡Tenemos que bajar un piso por escalera nada más!
-Pero el edificio tiene 8 pisos. Está lleno de vecinos.
-¡Dale! ¡Abrime! ¡Me tengo que ir!
Natalia nos e movió ni pensaba hacerlo. De pie y sin saber qué hacer, Sabrina no podía creerlo. Realmente no iba a abrirle la puerta. No podía irse. Increíble. Entonces desde lejos escuchó como su abuela entraba en la casa y se acomodaba en el comedor. Sabrina corrió a buscarla y le pidió que le abra.
-Por supuesto, mi nietita hermosa, ¿vos cómo estás?
La tarde caía suavemente sobre la ciudad con un sol amarillento oscuro que reflejaba el alma del otoño. Seis barrios para el norte, alejándose del centro de la ciudad. Sergio escribía un relato, solo, dejando el final abierto. Quería escribirlo al lado de Sabrina mientras ella cocinaría a pocos metros d él cantando en voz baja una canción de Soda Stereo que sonaría de fondo junto a las teclas duras de la vieja y verde máquina de escribir de Sergio.
Luego comerían juntos, conversarían, verían una película abrazados y se dormirían una siesta.
Y dejando el sonido de las duras teclas de la máquina de escribir, llegó el silencio.
Y así fue.

por Federico Frisach
link: http://magazinedelicacy.com/variete/una-charla-entre-mujeres/

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