miércoles, 29 de octubre de 2014

Relato: "Un día cualquiera" (Magazine Delicacy)

Salí caminando hacia la calle. Día soleado. Me dirijo hacia la plaza para despejarme un poco. Horas encerrado trabajando en mi departamento. Escribiendo.
Dos cuadras más hasta la plaza. Voy a mi tiempo. Las personas me miran. Y no se porque. Prefiero seguir caminando, ignorarlos. No ando mal vestido, no ando con prepotencia. Solamente me muevo directo hacia donde tengo que ir. Sin muchas escalas. Y quizás sea eso: las personas no saben bien adonde van. Lo puedo ver en sus rostros, en sus cuerpos. Andan confundidas, perdidas. Cansadas. Están, de alguna forma, resignadas. A mi no me molesta. Con el tiempo uno aprende a aceptar. Hace años que no espero vivir en el paraíso. Con sentirme bien interiormente basta.
Aunque si. Hay veces que me siento algo triste y cansado. Las mujeres. Ellas me cansan un poco. Quiero decir: lejos de agotarme, soy yo el que se cansa de tanto ir y venir. Hay tanto idiota suelto por el mundo que ellas andan escudadas, desconfiadas, estupidizadas. En el mundo hay tanta baja autoestima como para crear un ejército de subnormales. El déficit es emotivo. Está en el corazón. Nadie que se sienta dentro de todo bien va a querer arruinarle la vida a otro ser vivo. O eso me gusta sentir a mí. Solo que las personas –y las mujeres son personas- andan algo confundidas, aturdidas.
De todas formas yo no molestaba a nadie. Me ganaba la vida a mi forma. Con mi arte, e inclusive no me quejo de pagar los impuestos. No es que este en contra. Solo que da rabia pagar impuestos para ver a tus representantes comiendo postres lujosos en Paris. Y no se van hasta allá con el dinero de sus sueldos. Quiero decir.
En fin. Así es el mundo, me dije. Llegue hasta la plaza y me cruce con aquella morocha. Casi siempre nos cruzamos. Increíble. Personal Treiner. Su largo pelo negro enrulado es salvaje y cae por sobre sus hombros. Su cuerpo es una escultura sólida y firme. Hermosa. Me siento a unos metros a leer. Sigo con Hemingway. Paris era una fiesta. Quizás podría sacarle otro truco más a Ernest. Dicen que Picasso aprendió copiando sus maestros. En fin. La morocha anda por ahí haciendo ejercicio exhibiéndose. Si Da Vinci la viera seguro haría una escultura increíble, para la historia. Yo pienso en acercarme. Pero es difícil. Parece llevarme al menos diez años. No lo se. Pero las posibilidades siempre existen. Para ambos.
El sol pega calido. Dejo mis pies descalzos sobre el pasto y apoyo mi cabeza sobre el árbol. En un rato tengo que ir para la radio. Linda fiesta que armé. Las cosas van tomando su camino. La Personal Trainer toma sus cosas lentamente para marcharse. Yo sigo con Hem. Que fuerza. Que decisión. De solo leerlo me dan ganas de comer y beber y viajar en el mundo cómo él lo hace en sus párrafos. Me emociona. Dejo la pagina. Levanto la vista y ahí se va ella con su melena negra enrulada. Me mira, la miro. Sigue su camino. Me lleva diez años, o más. Es una hembraza. Yo vengo de familia alemana reservada y tonta. Ella es pasión, hacia fuera, cotorreo y seducción. Es increíblemente hermosa. Esteriotipada. Pero ahí esta. Tiene algo distinto. Tiene alma, tiene decisión. También se mueve dirigiéndose a lo que le interesa. Me gusta.  Solo el aire nos separa, el sol, nuestros cuerpos. ¿Era yo el que estaba cansado de las mujeres? Sigo leyendo. La plaza esta llena de gente, pero ninguna me llama la atención. Respiro hondo, relajado, y me sumerjo en los rayos del Sol. Quizás haya demasiada soledad aun en mi interior.
 
 
by Fede Frisach, para Magazine Delicacy, el 11 del 10, 2014
link: http://magazinedelicacy.com/variete/un-dia-cualquiera/

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