miércoles, 5 de noviembre de 2014

Relato: "El Gato sobre la cama" (Magazine Delicacy)

El asesino abre la puerta lentamente y entra. El cuarto a oscuras. Espera de pie mientras sus ojos se adaptan a la oscuridad. Lorena duerme acostada boca arriba desnuda con las piernas abiertas. Tiene un sexo peludo y abundante. Del gran ventanal entra la luz plateada de la luna reflejándose en los pezones suaves, leves, pequeños de Lorena.  Sus senos son grandes, hermosos. Ella ronca tenuemente como en un ronroneo de gato. Cada tanto cierra la boca tragando saliva y luego vuelve a abrirla con delicadeza.
El asesino tantea entre la sombra. Camina lentamente con atención. El gato de Lorena sale disparado y se esconde detrás de una silla. El asesino se queda quieto. Luego reanuda su marcha. Desde lejos ve a Lorena acostada desnuda. Se acerca a ella. La observa muy detenidamente. Es un trabajo fácil, no tendría porque sufrir; con dos movimientos resolvería el asunto. Y después se iría a cobrar. Así de fácil. La observa dormir desde cerca. Su cuerpo, su respiración. Entonces, por impulso, pone su mano sobre su pantalón. Se toca él mismo.
Ella mueve levemente la cabeza, como si supiera desde alguna parte que un hombre está tocándose viéndola desnuda. Él se detiene. Toma conciencia. Pero no puede sacar la vista de la vagina.  Con las piernas abiertas en pose de parto, los grandes y carnosos labios se asoman al mundo envuelto en largos pelos negros que suben -o descienden- desde el ombligo. Es una imagen hermosa. El desea tocar el cuerpo entero de Lorena, sentirla, besarla. Sentir su sangre corriendo por las venas. Sentir el aire entrando y saliendo de sus pulmones. ¿Cómo hacerlo? Él se acerca apoyando suavemente sus labios sobre la boca de Lorena. Ella no se despierta, en cambio patea suavemente al suelo la sábana que rodeaba suelta sobre la cama. Él no puede resistirse, toca suavemente sus pezones. La textura, la forma. De su pecho se escuchan cercanamente los latidos del corazón. Con la otra mano acaricia la vulva suavemente. Tantea con sus dedos el interior de Lorena. Es extraño. Toda una existencia evolucionando para desearse mutuamente, hombre y mujer, con la posibilidad de darse cariño, calor, placer, éxtasis, orgasmo, de unir sus cuerpos, sus mentes, sus conciencias, pero algunos habían dicho hace siglos que no se debía. Y la culpa ya estaba instalada. En el mundo todavía había resabios de culpa, de incomodidad, y sobre todo, de ignorancia.
El asesino retira su mano, da un paso atrás. En sus dedos hay algo de fluido, lo huele, luego lo chupa. Se retira lentamente, abre la puerta y sale de la habitación. Lorena, aun dormida, por inercia empieza a masturbarse lentamente bajo de la luz de la luna plateada que entra por el gran ventanal. El gato salta sobre la cama y observa desde cerca los movimientos circulares de la mano sobre el clítoris. No se inmuta en absoluto. Y cerrando los ojos empieza a ronronear.
 
 
 
by Fede Frisach para Magazine Delicacy, el 1 del 11 de 2014

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