sábado, 2 de mayo de 2015

La Locura (Magazine Delicacy)

Lo detengo todo y observo el departamento. Monoambiente luminoso con la ropa por ahí suelta, muchos muchos libros sobre esa pequeña y larga mesa ratona color madera. Una cama en el medio, los bajos. Muchos bajos. Tres, cuatro bajos. Un gran equipo para enchufarlos. Ese armario color madera oscura y a un costado otra mesa con hojas y escritos encima con algunas migas de pan y mugre junto a una heladera que nunca termina de cerrar bien. Los platos sucios, los vasos sucios, las tasas sucias, pero claro: a veces las limpio, dejo todo brillante, y las mosquitas no tienen otra opción que irse volando y estrellarse contra el ventanal muertas de hambre.
Vivo a mate, música, arte, poesía. Trabajo con eso de los eventos. Salen bien. Escribo ad honorem y tengo mi programa de radio para decir lo que carajo quiera sobre lo que quiera. Lo hago en la gigante meca del arte independiente. Tres pisos enteros para eventos, terraza, tres barras. Una radio enorme, gigante, lujosa. El lugar siempre lleno de gente. Generalmente son palurdos. Barbudos con o sin rulos y algunas mujeres extrañas que suponen que son más lindas de lo que realmente son. Está bien. Me gusta toda esa gente. Es inofensiva. Y yo entro y salgo durante una hora semanal. Después estoy en mi casa dándome la cabeza contra la pared pensando como mejorar en todo lo que hago.
Dicen que un hombre necesita algo de esoterismo o religión. Yo también soy un hombre así que tengo mi culto. Medito, estudio, hago tarot. Antes de escuchar el típico resoplo me pongo a la defensiva y explico: el tarot es algo increíble, profundo, genial. Se cree que viene del libro de Toth: la biblia mística egipcia, proveniente de Hermes, el alquimista inmortal. ¿Querés màs? Para comprender esas cartulinas vas a tener que estudiarte a Jung y su maestro, Sigmud Freud. No es nada fácil comprender la profundidad de estas cosas. ¿Cómo llegué a ellas? Destino. Y a la vez, necesidad: yo estaba repleto de intelecto, intuición y necesidad de hacer algo con eso. Y de pronto listo… ¡Plop! Aparece mágicamente esa baraja en mis manos exigiendo que lea sin parar. De libros de tarot a psicología, la cábala, misticismo egipcio, alquimia, ordenes secretas, simbología, sociología, astronomía… todo se relaciona y paso los días de mi vida leyendo y comprendiendo. Al informarme algo dentro de mí dice “no te sorprendas, ya lo sabías”. Y es así: vamos por la vida descubriendo el sentido común de Algo Más.
De todas formas uno no puede vivir del esoterismo. Las mayorías lo ignorar como ignoran la muerte. Sospecho que la religión o el esoterismo viene de la mano de la conciencia de la muerte. O al menos, de ciertas inquietudes. Así que para sobrevivir me dirijo de lleno a los demás: clases de bajo, música, shows, eventos. Lo que quieras. Todo está puesto a su servicio, mi majestad: haré lo que haga falta para hacerte feliz.
Veo con atención mi monoambiente. Ese paño enorme y brillante hermoso de Shiva, la diosa Hindú. El baño con su pérdida de agua debajo del inodoro. Los sahumerios y el palo santo por ahí. Soy una especie de obsesivo. En un año usé una de las bolsas de 200 perservativos que me habían regalado en el bar donde trabajaba. Lo que es un problema: ya quedan pocos y la otra bolsa que me regalaron está mal. Vienen secos y no pueden usarse y una caja de perservativos cuesta casi lo mismo que la entrada a uno de mis eventos. Es gracioso. Tendría que ir a uno de esos Hospitales y conseguirme una nueva bolsa de gratuitos. Así no se puede. A este ritmo, en diez años, usaré dos mil perservativos. Hoy, la caja de a tres cuesta 25 pesos (2, 8 dólares). En gastos (sin contar inflación) dentro de diez años gastaré el equivale a 16.650 pesos o 1800 dólares. Bueno. No es mucho. En realidad no sé porque lloro… no me hagan caso.
Y esta esa lucha constante contra la locura. A veces puedo evadirla. Dicen que la locura es peor que la muerte. A mí me dan igual, pero a veces la locura llega y es insoportable. Ahora estoy en otro paso de la locura: hacerla rentable. Al menos, si va a estar allí toda la vida, que sea beneficiosa. Que pueda moverme gracias a ella, comer, viajar… acaso no hay mucha diferencia entre una estrella excéntrica y famosa y un demente meado y cagado en un pabellón médico. Sólo que uno produce miles de dólares, y el otro consume miles de pastillas echas de mierda y mugre. Ambos son la misma energía: una útil, la otra inútil. Al menos la estrella excéntrica ayuda a otras personas con su arte y sus palabras y sus emociones. Eso es algo.
Así andaba mi vida, dirigiéndose hacia algún lado con la fuerza de un tren. A veces como en todo viaje el tren se deslizaba fluidamente y con fuerza hacia delante y otras veces andaba más lento y reseco y recibía piedras de los vecinos idiotas salvajes de la jungla. Otras veces recibía mantenimiento, atención, cariño, y otras veces batalla contra las vías superando las tormentas y el viento en contra. En fin. Estudiando el calendario maya comprendí algo de su cosmovisión: La vida no estaba hecha de fines, sino de ciclos y experiencias. La muerte no es otra cosa que aceptar un cambio de ciclo, y la experiencia Universal, Cósmica -la existencia entera- era expresada tanto como a nivel físico en las estrellas, en la historia, como en el nacimiento y la muerte de un ser humano. La experiencia de una persona era tan valiosa como la existencia de un Universo o miles de galaxias repletas de vida. Todos son ciclos en diferentes escalas, repletos de alegría y vida pura que a veces simplemente se enfermaba para expandirse. Porque es así: el sufrimiento sólo es el proceso por el cual la conciencia se expande. En el mundo vegetal, el sufrimiento está simbolizado por una flor abriéndose. Ése es el proceso. Así de simple.
Y salían estos textos autobiográficos y pedorros. No sé porqué. Desde que tengo memoria salen, pero ahora los publico. Ad honorem -por eso salen. Y de todas formas sé que alguien por ahí está leyendo esto, y que así está bien. Puedo olerlos, sentirlos, su presencia me da calor. Fuerza. Sospecho que compartimos algo. No sé bien qué. Pero la obra se completa sólo en ese proceso.
Como la flor terminándose de abrir para que la vida la contemple bella y preciosa.
Es algo difícil de explicar. Se puede sentir. Como una poesía o una canción hecha a medida para el corazón. El verdadero proceso del Arte.
Yo simplemente descargo las palabras y la energía que yo siento que debe manifestarse. No me opongo. Las cosas ocurren, pasan. Yo lo vivo. La locura se ríe de todo esto.
Y está bien así,
¿no?

por Fede Frisach
publicado en http://magazinedelicacy.com/variete/la-locura/
el 11/4/15

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